Calle del Pintor Salvador Abril, 29
Valencia
Tel. 960 818 264
www.acapulcobarvalencia.com
Casa Amores versión 2.0
Lo nuevo de los chicos de La Llorona es un restaurante que recuerda vagamente a lo que intentó ser el extinto Casa Amores, un restaurante mexicano que fuera más allá de unos simples nachos y unas fajitas.
Y para ello han apostado por platos algo diferentes, el fichaje de Daniel Espino, exjefe de sala y sumiller de Saiti y por ende, una carta de vinos que cobra mayor protagonismo que la propia carta de comidas. Y es que a priori parece que la idea es más la de beber y picar algo, que la de sentarte a comer y acompañarlo con un vino, que también.
Como digo, la propuesta gastronómica es bastante corta en todos los aspectos, tanto en opciones donde elegir como en la cantidad de las raciones, así que si eres un tragaldabas como yo no tengas miedo en hacer un “perfect” y pedirte prácticamente toda la carta.
Los platos tienen ingredientes de sobra conocidos pero todos ellos con ese deje mejicano que esperamos en un sitio como este, ejemplo de ello son los diferentes tipos de ostra a cual más refrescante y picosa o la tosta de “ensaladilla rusa” con chipotle y sobre una tortita de maíz de las buenas buenas. Y es que tendría cojones que un sitio con tanta raíz mejicana tirara de Old El Paso.
Las croquetas, tanto las de bacalao como las de pescado en salsa verde están muy buenas, pero si hay que elegir me quedaría con estas últimas pues son más originales, más picantes y en definitiva más sabrosas. Pero si hay un plato que no debes perderte es el huarache. Para quien no lo sepa, los huaraches son un tipo de sandalia mejicana y esto es lo que simula este plato, muy al estilo las “zapatillas” en Logroño por ponerte un ejemplo. En este caso, una torta de maíz alargada con frijoles, nata… en la que el propio Daniel pone una fina loncha de lomo bajo en la mesa del comensal. Un detalle que no aporta nada al plato pero que está jodidamente bueno. No te lo pierdas.
Como platos principales, o algo más contundentes, aún a sabiendas que las raciones son bastante escasas tendríamos el conejo al pastor, combi extraña pero conseguida; la pancita shiitake cocinada al estilo callos pero con una textura no tan gelatinosa, y un pescado a la talla puramente acapulqueño, en este caso un lomo de lubina para hacerte tus propias tortillas. Muy buen plato en el que habría que vigilar mucho más de cerca el punto del pescado, pues si no fuera por las salsas que lo acompañan queda excesivamente seco.
Pero si hay un plato al que todavía sigo dándole vueltas y me sigue despertando sobresaltado alguna noche, es lo de la escalopa vienesa “schnitzel”. Ni el concepto, ni la idea, ni que hace un plato como ese en un sitio como este. He visto escalopes en menús de colegio con más gracia que esto. Ni la supuesta fritura en manteca que dice tener tiene algo donde rascar.
Acapulco Bar va por el mismo camino en cuanto a lo gastronómico de lo que fue Casa Amores pero pensado más como bodega en la que beber y picotear algo. Y quizás esto les haga un flaco favor. A mí la idea me gusta pero entonces creo que añadiría más platillos fuera de carta, una barra más atractiva en la que sentarte a degustar y porque no, platos mucho más oriundos, al fin y al cabo estamos en Acapulco, bahía donde las haya.
Lo mejor: Otro Méjico es posible
Lo mejorable: Oferta y raciones escasas
Lo peor: Llamar “schnitzel” a eso pide VAR
Acapulco Bar
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