27 Quai Jacques Chirac
París, Francia
Tel. +33 183 777 710
www.admo.lesombres-restaurant.com
Pop-Up único e irrepetible
Adriá, Ducasse, Meder, les Ombres… ADMO, un experimento gastronómico sin igual. Un restaurante que sólo durará 100 días y busca la unión de ambas cocinas, y todo ello, en el mejor entorno posible, bajo la sombra de la Torre Eiffel.
Soy fanático del mundo “Adriá”, aún mayor del hermano pequeño, siempre en la sombra de El Bulli, pero igual, o más importante si cabe. Si a esto le sumas una colaboración junto a Ducasse (21 estrellas Michelin), el emperador de la cocina mundial, bien merece un billete de ida y vuelta a París para vivir la experiencia.
Por lo general, los precios en Francia son elevadísimos, en comparación con los de España y lo mismo pasa a día de hoy en cuanto a la calidad. Desde hace muchos años, la gastronomía española es infinitamente mejor que la del país vecino, el cual vive de rentas, merecidas, pero rentas al fin y al cabo. No existe la innovación, no hay ningún tipo de puesta en escena y ni el servicio de sala está a la altura de lo que uno podría esperar. Hace tiempo que incluso la gastronomía japonesa y/o nórdica desbancaron a la “gastronomie” del podio.
Empezar el menú con un cracker de semillas y terminarlo con un kiwi (sí, un kiwi tal cual, a pelo) sólo es aceptable en Mugaritz. Aún así, y fuera coñas, el resto del menú tiene muchos altibajos; los snacks iniciales son tan simples como deliciosos. En un sólo bocado tienes muchos sabores, muchas texturas y ninguna predomina sobre las otras, la verdad es que son todo un acierto, destacando el bocado de trufa blanca, y el de castañas con anchoas y curry. El último plato de este apartado es la espectacular mantequilla de Le Ponclet. Y no es un acompañamiento no, es un plato de mantequilla con pan. Es tan bueno que se merece su protagonismo.
Los platos principales son bastante planos, bien es cierto que el plato de caviar y espardeñas es bastante potente en cuanto a sabor y cantidad, aunque el plato que se lleva la medalla de oro es el último pase de los platos. Ese mole (es de Adriá fijo) con coliflor e hígado de rape te deja con ganas de más, de que ha llegado el momento de la verdad, sin embargo, la historia ha terminado. Apenas 7 pases, sí, generosos en cantidad pero… ¿muchos pocos o pocos muchos? En este tipo de sitios, soy de la primera opción.
Y con esto llegas al apartado dulce, y ni las presentaciones te sorprenden. Podría parecer una barbaridad, pero a simple vista podrían ser postres que harías tú mismo en casa. Habrá mucha técnica, tiempo de elaboración o todo lo que tú quieras pero en mi opinión, ni fu fa. Sobre el kiwi final… no comments.
Resumiendo, el menú es caro de cojones y para muchos será demasiado corto (incluso el “largo”) que empieza bien, sigue muy bien, pero que te deja con ganas de más en cuanto llegamos a los platos principales. Un evento de semejante calibre debería ser algo colosal, extremo, que te deje sin palabras y sin embargo, se queda en un sí pero no. Esta misma experiencia, sin estas vistas, sin este espacio y sin haber podido hablar con Ducasse o Adriá, te dejaría con un sabor de boca demasiado agridulce. Sin embargo, su sola presencia hacen que la nota final sea mayor. Algo parecido a lo que sucede en la Osteria Francescana.
Agradecer a Pol Perelló el poder llegar hasta la cocina.
Lo mejor: Vivir la experiencia junto a Adriá y Ducasse
Lo mejorable: Los postres
Lo peor: El precio
ADMO
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