Calle Conde Altea, 39
Valencia
Tel. 962 045 479
www.amancaes.es
¡Trata de arrancarlo!
Dalima anunció que aquí “no iba a quedar ni el tigre”, y no les faltaba razón. Una pena, pues pese a no tener el mejor local del mundo, se comía bien. Por suerte, y a apenas doscientos metros ha nacido un nuevo peruano, que puede ser una buena opción para quitarte ese antojito de pisco y ceviche.
Amancaes está en Conde Altea, para lo bueno y para lo malo, justo al lado de Mila y Memoria Gustativa. El espacio está bastante bien, es cómodo y tiene la cocina vista a la entrada y una barra de bebidas abierta en mitad del salón. Una pena que no fuera a la inversa y poder disfrutar de ese wok al fuego desde tu propia mesa. Sobre la carta todo pinta apetitoso y con más de un guiño ya no sólo a la cocina puramente peruana, sino a esa cocina nikkei o incluso chifa. Sobre la mesa, la cosa cambia considerablemente.
Hay ceviches, chicharrón, tiraditos… y obivamente piscos, pero todos los sabores son extremadamente sutiles, sin nada realmente reseñable. No vas a comer mal, las cosas como son, y puede que incluso algún emplatado tan cuidado pueda llamar la atención de más de uno, pero comas lo que comas, tus ondas del electrocardiograma van a seguir exactamente iguales de principio a fin. Es como si hayan decidido emprender este nuevo proyecto con demasiada cautela, y para gustar a todos los públicos. No te pido que seas pionero en meter un cuy a la brasa en carta, pero sí que cada bocado suponga un motivo para volver. Se empieza con un conito (fuera de carta) relleno de apionabo y tartar de atún cogido por pinzas. Por mucha parafernalia de montarlo en las manos del comensal y las gotitas de “trufa”, es un snack totalmente prescindible. No te digo yo que en algún tipo de soporte, sin esas mangas que no deberían salir de cocina y con un tartar que realmente valga la pena pueda llegar a convertirse en un hit como el cornete crujiente de Canalla, pero de momento, nah.
Con la croqueta mejora la cosa y es que la textura es muy buena. No es la típica croqueta de ají de gallina, sino de pato, pero el cilantro hará que te preguntes donde está el verdadero protagonista de la farsa. Tras las croquetas llega una especie de onigiri ¿peruano? con vieira y un bao de chicharrón el cual se agradece que venga algo planchado y no sólo con el vapor chicloso de la mayoría de sitios. Bien, not bad, but… ¿es esta la fusión de restaurante peruano con el Mediterráneo que a mí me vendieron? Yo veo más algo tipo Manaw en la que lo único parecido son los precios y con raciones más escasas. El ceviche clásico, infinitamente mejor que el nikkei, sigue la misma estela. Está bien, pero parece que la cocina esté más preocupada por el emplatado en sí, que por unos sabores que realmente te transporten al Perú más auténtico. Hasta la propia leche de tigre peca de pocos ácidos, pocos picantes, pocos aromáticos. Métele ahí un buen trozo de camote, unas hojas de lechuga, un buen manojo de cilantro en vez de esos brotes y ¡llévame a Lima, carajo!
El lomo saltado es una buena forma de terminar, no por las verduras que dice llevar el plato, mucho menos por un arroz bastante insípido, sino por el propio solomillo, muy bueno tanto en sabor como en punto de cocción. Y fin, no te puedo decir mucho más. Lo que está claro es que cada vez que salgo de algún restaurante peruano, más me acuerdo de Ancón y su inesperado cierre.
Amancaes es el símbolo de Lima y una de sus peculiaridades es que su flor crece una única vez al año y tiene un tiempo de vida de apenas tres días por lo que su conservación ha de ser bastante cuidadosa. Yo no se si el nuevo local de Edu Ferré y Vincenzo Lulli será tan frágil como dicha flor, ya sabemos que en esa ubicación público no falta, el problema es saber si ese mismo publico repite. Yo de momento volveré dentro de unos meses, pero eso sí, cuando pase el boom foodie…
Lo mejor: El pisco sour es perfecto
Lo mejorable: Quitar el freno de mano y meter dos marchas más
Lo peor: Todo quiere ser tan bonito que falta sabor
Amancaes
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