Carrer del Camí de L’Atall, 1A
Alcossebre, Castellón
Tel. 964 967 107
www.atalayarestaurante.com
Viento en popa a toda vela…
No corta el mar, sino vuelva, una GOLETA bergantín. Quizás no esté en la zona más bonita de Alcossebre, pero desde el año 2014 la pareja formada por Alejandra Herrador y Emanuel Carlucci decidieron abrir su restaurante en este refugio vacacional y dar valor a una cocina cada vez mejor, cuyo nivel a día de hoy me parece notable con algún que otro pase sobresaliente.
Lástima que la sala no esté a la misma altura. Y es que desde el primer momento, me sorprendió ver a Emanuel en sala, pero no precisamente terminando el emplatado de algún plato o comentando la elaboración del mismo sino haciendo las funciones de sumillería, y a ver, no pasa nada pero se echó en falta la figura no sólo de Samuel sino de alguien que dirigiera un poco el percal de una manera algo más “Michelín”, aunque bueno, ¿no dicen que la primera estrella es por la cocina y la segunda por la sala…?
Empieza el menú. Me mola escuchar al fondo las órdenes de Alejandra seguido de un “oído chef” y ver como comienzan a salir los primeros snacks, todos ellos muy elegantes y originalmente presentados sobre diferentes vajillas o incluso cajas como la de los tomates de “penjar” en la que descansa el Ximo, esa especie de pepito valenciano muy típico de Castellón. Uno de los muchos detalles que veremos sobre la defensa de lo autóctono y el producto local. Hasta en el pan, que aunque no lo hagan ellos, es de un pueblo cercano y está espectacular, acompañado con esa mantequilla con trufa que le da un toque fantástico. No es la cremona con caviar y mantequilla de Fierro, pero nada que envidiar.
Y ahora si que sí, tras una refrescante ostra, ojo con esto, porque no, no es una exageración, es simplemente una trilogía de pases ESPECTACULAR. Un menage a trois de crustáceos al que no se le puede poner ningún pero y sólo por esto bien merece la pena venir y repetir.
Flor de calabacín, calabacín mini y emulsión de cabeza de gamba con Ras-el-Hanout. Ya no es sólo el sabor, es la brasa, son las texturas, es todo… platazo. Le sigue el langostino de Vinaroz al ajillo y su cabeza a la brasa. Y continua con la cigala con americana de Bourbon y su cabeza con holandesa y limón marroquí. Una absoluta locura. Es como ir a El Bressol y pedirle a Jose Vicente que te haga un “perfect” con la gamba roja, el langostino al ajillo y la cigala de tronco. Sigues en una nube, asimilando lo que acaba de ocurrir, cuando de repente…
¡Coño! ¿Qué ha pasado? ¿Una papada así de sobte? Ha pasado algo en cocina, se ha debido ir la luz y se han confundido al coger los ingredientes o los platos, no tiene sentido. Ya no por la papada en sí sino por el momento y forma. Te sientes cual Nacho Vidal en su debut de la sala Bagdad, y haces borrón y cuenta nueva de lo que acaba de pasar. Cuando lo comento, hasta el propio Emanuel me dice que no están convencido de este plato, que iba a ser como una rotura en el menú para continuar con el mismo.
Y continúa, y lo hace con el nivel de hace diez minutos. Menos mal. Coliflor tostada con demi-glace de cebolla y anguila. Que simple y a la vez tan perfecto. Parece fácil pero el trabajo de Alejandra en un menú 90% marino es excepcional, y hasta con el arroz estilo risotto pasa la prueba con nota.
Y justo antes de los dos platos principales de pescado, una buena rotura, esta vez sí, tan arriesgada como sorprendente, pero muy bien ejecutada y que además sirve para limpiar boca e imaginar que por un momento es un plato made in Mugaritz. Un cogollo de Berzas 5.0 con una emulsión de chimichurri para que no nos olvidemos de las raíces de Emanuel, el otro mástil de esta pedazo pareja de cocineros que deberían compartir cocina incluso durante el servicio. Para terminar, queso azul “Tot de Poble”, miel de la Sierra de Irta, kombucha casera… todo queda en casa.
El subidón de Atalaya respecto a mi última visita es brutal, y con una sala a la altura de lo que sale de cocina podríamos estar ante un restaurante casi perfecto. Faltan detalles por pulir, por supuesto, al igual que una terraza a la que deberían sacarle algo más de partido, pero se come tan bien que tiempo al tiempo. ¡Que no vuelve mañana mismo a repetir crustáceos y conocer el nuevo fichaje en sustitución de la papada!
Lo mejor: El trio de crustáceos es simplemente brutal
Lo mejorable: La sala no está a la altura de la cocina
Lo peor: Esa papada… ¿¿capachaoooo??
Restaurante Atalaya
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