Calle Tomás Pérez Úbeda, 6
Casas-Ibáñez, Albacete, España
Tel. 967 461 054
www.hotelcanitasmaite.com
Cocina vs Servicio
En un lugar de la Mancha, de cuyo servicio de sala no quiero acordarme… dos veinteañeros han reventado Madrid Fusión 2021. Premio a la mejor croqueta de jamón, premio al mejor escabeche y premio a cocinero(s) revelación. Algo inédito hasta la fecha…
Tras el éxito rotundo en Madrid, el restaurante Cañitas Maite, en Casas Ibañez (Albacete) se convierte en destino gastronómico obligatorio, y lo que está por llegar no pinta nada mal, pero eso sí, una cosa es que lo peten mientras dure el ruido de los recientes premios y otra muy distinta es que ese ruido pueda ser recordado de aquí a unos años. Si fuera por el espacio o por el NEFASTO servicio, ya te digo yo, que una y no más. Vas, te tomas la croqueta por curiosear y te piras a tu casa. Pero si te detienes a apreciar lo que está saliendo de cocina, y no levantas la vista de tu plato, la cosa ya cambia.
El restaurante, por mucha decoración que le pongas, no deja de ser un restaurante de hotel, sin menospreciar a este tipo de locales ni mucho menos. Véase el caso de el Restaurant El Motel. Lo que pasa que comer atravesando una recepción donde parece que vayas a hacer un “check-in”, viendo recortes de periódicos por todos lados hablando de la croqueta, o con la maquinilla estilo zumex a la vera de tu mesa… hace que la experiencia gastronómica baje peldaños. De hecho, el local es sumamente grande, con dos salones enormes, y ya desde el primer momento ves que el servicio va a ir desbordado. Hablemos del servicio.
Desde el momento que llegué y me senté, ya vi que la cosa no iba bien. De hecho, nos señalaron la mesa, nos sentamos y los estepicursores típicos de Arizona hicieron su presencia… el vacío… la nada… Al cabo de unos 15’ un carismático hombrecito de pelo largo se preocupa por nosotros, por si queremos beber algo y eso.
“Vamos a empezar con un vinito blanco fresquito bueno de la zona…”
“Te voy a dar a probar uno que está saliendo muy bien…”
Lo trae, me lo sirve (más de media copa), desaparece… ahí se queda el vino en mitad de la mesa, sin servir al resto de comensales, sin cubitera, sin alma. Vuelve el vacío… la nada…
Llevamos otros 15’ esperando (con media botella vacía, sin su cubitera, sin su “algo” de picar) cuando al rato llega otro camarero:
“¿Lo tenéis claro?”
“Sí, hace rato blablabla ¿el menú degustación qué tal? ¿El plato de…?
“Vale, gracias. Pues empezamos”
“Venga, hasta luego” El vacío… la nada…
Pregunté por el sumiller para que me sirviese una copa de vino de mayor calidad, me la empezó a servir en la misma copa que yo tenía en la mesa, ¡¡aún con vino!! Posteriormente pedí una copa de vino tinto para acompañar una serie de platos. Esa copa nunca llegó. Acabé por pedir una copa de vino dulce para los postres… acabé acompañándolos de agua.
Dio la casualidad que en mi visita coincidí con Marta Fernández Guadaño, periodista gastronómica. Yo puedo entender (¡Qué cojones! ¡No lo entiendo!) que tengas la obligación en tu restaurante, de tratar a ese tipo de comensales de una manera totalmente diferente al resto de mesas. Vale, pero si lo haces, al menos que no se note. El resto de clientes, quizás no sepan quién eres tú, y mucho menos, quien es ella, pero a los que nos mola este mundo… pues nos damos cuenta de ciertos detalles que no gustan. ¿Y qué pasa? Pues que Javi se dio cuenta y a partir de ahí, fue él (uno de los cocineros junto a Juanjo Sahuquillo) quien se ocupo de nuestra mesa, no sólo para servir y explicar sino hasta para limpiar los platos… Una pena.
Bueno, ¿y hubo algo bien? ¿la comida qué tal? Pues muy bien, joder. De hecho, es que es una pena que un servicio tan pésimo estropeara una grandísima cocina. Una propuesta gastronómica que bien merece el viaje, así que sólo por esto, chapeau por los jóvenes chefs con tanto talento. Pero eso sí, si tanto Javi como Juan quieren crecer profesionalmente y aspirar a su próximo objetivo, la estrella Michelin, deben salir de ahí cuanto antes o al menos que su futura propuesta más gastronómica, Oba, en la primera planta del hotel, tenga un servicio a la altura de su cocina.
Me levanto, me voy. No hay nadie en sala. El vacío… la nada…
Lo mejor: La cocina
Lo mejorable: Esa sensación de ser inferior
Lo peor: El servicio de sala y sumillería
Restaurante Cañitas Maite
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