Hotel Tancat de Codorniu
Carretera N-340, Km. 1059
Alcanar, Tarragona
Tel. 977 737 194
www.citrusdeltancat.com
RC Academy
Justo en la frontera entre la Comunidad Valenciana y Cataluña, a la altura de “La ultima playa”, y a apenas unos metros de la N-340, la paz. Un espacio rodeado de jardines y naranjos nos introduce en un entorno idílico, donde el silencio y la calma son los verdaderos protagonistas.
El espacio, que desde bien lejos huele a salón de bodas que tira para atrás ha sabido distanciarse un poco de ese tufillo que tanto detesto, alejando su zona más bulliciosa de la que realmente me interesa, creando un restaurante gastronómico en la planta baja del bucólico hotel Tancat del Codorniu. A los mandos, Aitor López, quien ya estuvo a cargo de Habitual y como jefe de partida en Ricard Camarena. Viniendo de las cocinas de mi admirado Ricard, es lógico que su cocina sean guiños constantes no sólo al paisaje que le rodea, sino de manera, quizás involuntaria al cocinero de Barx. ¿Es esto un problema? Para mí, todo lo contrario.
Me encanta cuando la parte fingerfood de los menús degustación llega a cascoporro, ya sea con un conjunto de snacks que te llenan la mesa de texturas y colores, muy al estilo Saiti o mejor aún, y como ha sido el caso aquí en Citrus, con parejas o tríos de snacks rollo VORO que te hacen babear sólo de verlos, y es que no es sólo el sabor, sino la presentación de los mismos los que llama la atención en todo momento. El ménage à trois formado por el kumquat relleno de gamba blanca, la gamba (roja) amb bleda con kale frito y ese mismo plato a modo de consomé servido en copa y tocado con palo cortado es apostar a caballo ganador. Magnífico.
Me fascina también la coca de maíz con galera asada y ese final mucho más atrevido gracias al curry en ese guiso frío de cangrejo azul. Mucha belleza y mucho sabor en todos ellos. La verdad es que ha sido un comienzo inmejorable donde no hay ningún bocado que te deje indiferente. Una pena que con los platos principales haya más altibajos de los esperados, siendo todos ellos de un nivel bastante correcto.
La cebolla asada por ejemplo se presenta con la elegancia esperada, pero su relleno a base de un tartar de cigalas pasa totalmente desapercibido y más con ese toque anisado que resta cualquier atisbo de sabor al crustáceo. La cosa mejora con un calçot a la brasa acompañado por una meunière (fantástico ese toque café) y una vinagreta de llisa ahumada y cilantro, tan sabrosa como original. No tan original, pero igual de sabroso, su viaje al mar con esa ostra frita y emulsión de algas. Si no te gustan las ostras, esta te gustará; si te encantan aunque sea de la forma más purista, esta no te defraudará.
La ensalada es interesante no por el plato en sí, al que echo en falta algo más de sabor avinagrado de los escabeches, sino por su elaboración, en este caso dejando reposar las pechugas de paloma torcaz, primero en colatura de anchoa (Letern) y posteriormente en un mole de algarroba. Se reposa en sal durante treinta días y ¡tachán! Cual botarga y lista para rallar. Llega el suquet y pese a su floja presentación en mesa, y siempre teniendo el cuenta el nivel de todo lo anterior, te empieza a invadir el aroma, metes cuchara… dame más de esto que quiero morir, dame más de esto.
Como principales y ya para terminar, lo que considero los platos más flojos del menú. Un arroz que pese a su mantecado a base de setas y caza, me dejó bastante indiferente en cuanto a sabor. Curioso, pues el lomo de cervatillo era potente a más no poder, pero en conjunto ni fu ni fa, al igual que las castañuelas de cerdo ibérico. Sobra decir que no soy muy de la casquería, pero aún así y habiendo probado infinitas partes del animal, creo que lo mejor fue el milhojas de apiobola asado. Los postres no son para nada dulces, más bien “cítricus”, pero no invasivos y el poder complementarlo con una tablita de quesos, aunque no sorprendan, siempre es de agradecer.
Parece ser que la salida de Susanna ha hecho mella en una sala que siendo correcta, le falta alma, y mucha más cercanía con el cliente. ¿Qué pasaría si Aitor no pudiera salir a explicar todos y cada uno de los platos? Pues creo que la experiencia no sería la misma, y es que el trabajo de Andrés no es moco de pavo, pero se echa en falta compañeros a la altura y alguien que dirija el percal desde que te hacen tomar asiento minutos antes de entrar al restaurante en sí. Sólo en esos pequeños momentos es donde quizás veas vagamente que sigues estando en un hotel, con encanto, pero hotel al fin y al cabo.
Citrus del Tancat es un restaurante que me ha sorprendido muy para bien, la calidad y elegancia de la cocina es notable, sumado a un precio muy contenido tanto en el menú como en la bodega y el haber conseguido en ciertos aspectos quitarse esa etiqueta de restaurante de hotel, al menos una vez estás sentado en la mesa es de agradecer. Esa relación calidad/precio podría hacer que le subiera la nota, pero prefiero ser lo más objetivo posible y esperar a una siguiente visita para corroborar que aquí en Alcanar hay un sitio al que no hay que perderle la pista. La sala necesita un paso más, y ese final de la parte salada me dejó un tanto frío, como cuando estás viendo un peliculón y de repente, como no sabes cómo cerrarlo, lo dejas ahí, en el aire, por si llega Netflix a producirte una segunda temporada.
¡Corred, corred, malditos! Aprovechen para ir ya, antes de que Michelin llame a su puerta y tras alguna que otra recomendación (la estrella ya llegará), les “obligue” a subir los precios, ofreciendo exactamente lo mismo. No sería la primera vez, ¿verdad Kaido?
Lo mejor: Completo menú a precio aún mejor
Lo mejorable: Algún plato principal te deja indiferente
Lo peor: La sala (Andrés) necesita compis a la altura
Citrus del Tancat
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