Fuentelgato (Huerta del Marquesado)

Calle Real, 6
Huerta del Marquesado, Cuenca
Tel. 654 989 615
www.fuentelgato.com

¿Qué es lo siguiente a encomiable?

Tan apartado del circuito gastronómico que duele. Tan llamativo lo que encuentras una vez allí que enamora. En medio de la nada, una casa rural que esconde uno de los restaurantes más sorprendentes de la serranía de Cuenca.

Al entrar, lo que parece ser la zona de bar, mucho más alejada del concepto “bar de pueblo” te da la bienvenida, pero es al fondo donde se crea la magia, un pequeño restaurante para unos doce comensales donde sólo las paredes, el techo y la madera que inunda la sala te chivarán en todo momento que sigues estando en un lugar donde te despiertas con el kikiriki de los gallos y el trinar de los pájaros. El salón es amplio y cómodo pero la insonorización es terrible, si encima coincides con un grupo en la mesa de al lado a base de catas a ciegas, verticales o griteríos varios… olvídate, o te pones unos buenos noise cancelling o hasta el mismísimo Freddy Mercury pasará totalmente desapercibido por los altavoces, y ¡no puede haber nadie por encima de Freddy! ¡Nadie! Una putada que puede fastidiar la comida de manera notable. Y de hecho fue algo que eclipsó en parte la experiencia general.

Otra cosa llamativa del lugar (reitero donde estamos) es su carta de vinos, con bastantes referencias internacionales, sobre todo afrancesadas. De todo esto se encarga Olga cuyo objetivo es hacerte descubrir cosas nuevas y sacarte de tu zona de confort. Aquí se trabaja con dos opciones de menú, siendo el Carta Blanca mi opción recomendada, por extensión y por esos dos o tres pases exclusivos que elaboran a diario según mercado.

Refrescante inicio a base de una buena ostra con granizado de ruibarbo y encurtidos para acto seguido dar la bienvenida a la “simpleza”. Una gamba atemperada y pincelada con un aceite de rosas que por suerte se nota muy sutilmente, y digo por suerte porque como te pases con el tema rosas, ¡hasta luego crustáceo! Esa “simpleza” de la que hablo la vamos a poder encontrar en varios de los pases con los que Álex nos muestra su técnica y elegancia. Bien es cierto que unas veces salen con acierto y otras veces con platos que se quedan bonitos, pero poco interesantes, como el caso del espárrago blanco y sobre todo, con la albóndiga de pescado, casi cogida con pinzas. Menos mal que tanto la urta madurada como los callos de bacalao con esparraguines solventaron de manera notable los platos anteriores, demasiado planos y en los que ni salsa que acompañaba al ingrediente principal decía absolutamente nada.

Aunque si hubo un plato que se llevó todos los honores fue el arroz. No es la primera vez que Álex sorprende con unos fondos soberbios, pero lo de aquel arrocito de conejo al ajillo y morralets era para que hasta el mismísimo Ricard Camarena estuviera orgulloso. Sin ninguna duda, un plato que para ser el primer día que salía, salió de manera sobresaliente. Su famoso flan de sesos de conejo ha sido sustituido por sesos de cordero, de sabor mucho más intenso, pero en el que se sigue camuflando la casquería de una manera que pueda resultar agradable incluso para los más reacios. Una pena que la molleja por contra se presente en todo su esplendor en vez de una manera más sutil. Pese al contraste de la vainilla, es un bocado que resulta demasiado fuerte tanto en lo visual como en el paladar. Para terminar, una muy buena codorniz a la brasa.

Los postres de Fuentelgato siempre han destacado por ser muy poco “postres” y eso es algo que me encanta y si te soy sincero puede que su sorbete de sandía con chiles y piquillos sea de los mejores que recuerdo, simplemente espectacular. Quizás venir hasta aquí no sea el viaje más cómodo de tu vida y que cuando ya nos vamos a las 2 horas de coche te plantees otros destinos, pero aún así, hazme caso y dale una chance pues si coincide que sale un día redondo tanto en cocina como en sala, la experiencia puede ser jodidamente satisfactoria. Yo no tengo duda que mi próxima visita será mejor.

Podría decirte que el mérito de lo conseguido por Olga y Alex en su restaurante Fuentelgato es comparable a mare. en Benidoleig, de Ausiàs en Pedreguer o de Origen es Carcaixent pero ¡qué cojones! Me atrevería a decir que lo que han hecho en este pueblo de la España vaciada es digno de estudio, ya no sólo por la cocina y/o bodega, que también, sino por el concepto de restaurante, tan gastronómico como muchos otros y a la vez tan “sencillo”. Hay toques de Bagá y más técnica de la que se pueda apreciar a simple vista y eso siempre es de valorar, quizás en un sitio como este, muchísimo más.

Lo mejor: Valentía, futuro y muchísimo mérito
Lo mejorable: Algún plato me dejó a medio gas
Lo peor: Con ruido, la experiencia flojea

Fuentelgato
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