Carrer del Duc de Gaeta, 54
Valencia
Tel. 960 492 064
El sitio de mi recreo
No te pido que lo superes, tan sólo que lo iguales, que te cojas una cocina, casi de camping gas y tengas la osadía de sacar un servicio como este. Pequeño, sí, pero matón, siempre. Insisto, cuando menos es más, y además es genial.
Giramon podría ser y es, mi concepto de restaurante ideal, por dimensiones, por humildad y porque detrás hay un pareja tan encantadora como honesta. ¿Podría gustarme más? Por supuesto, pero para eso hay que jugársela, y en un lugar tan jodido, donde muchos de tus vecinos aún no saben ni la joyita que tienen abajo, y en los que hay días que cuelgas el cartel de completo antes de lo previsto, pero otros en los que te comes los mocos, pues es muy difícil. De hecho, hay noches en las que me voy a la cama pensando si un local más grande, en otra zona y con algo más de publi les pondría en el mapa, pero luego lo medito con la almohada y me despierto con el miedo de que semejante cambio les hiciera perder la esencia Giramon, precisamente la que les ha hecho enormes.
Yo voy bastante a Giramon, y quizás por ello echo de menos una rotación mayor en carta, o mejor aún, olvidarme de ella; llegar, sentarme y escuchar a Mika recitarme las creaciones que José ha preparado para el día de hoy. Esto que suena a fantasía, me parece el sueño de cualquier local de semejantes características. Aún así ya le he tirado la caña a José de manera descarada.
No te pido un mero negro que no quepa por la puerta, tampoco un rodaballo salvaje que acabe fileteado y embadurnado en salsa ni una vaca madurada en la que el escandallo te salga a pagar, pero teniendo el mercado de Algirós relativamente cerca… un par de corvinas, unas caballas, un pulpo (que tanta presencia tiene en esa pared), y cuando se acabe, se acabó. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? ¿Que te lo comas tú una vez acabado el servicio? Puede ser, y sino, me envías un mensaje y allí me tenéis de cabeza. En Nápoles me enseñaron que la mozarella de verdad se consume en el día, sino, ya no es fresca y sólo debería servirse rebozada y frita. Está claro que todo esto que aquí escribo conlleva un riesgo, y un gasto que en un sitio tan humilde no siempre es posible y más cuando recibes mesas de sota, caballo y rey, y de una cañita por favor.
Me gustaría que volvieran las croquetas (con diferente farsa según semana) o algo similar, es algo que siempre vende y que además veo relativamente sencillo y necesario. También que aparezca algún pescado sin artificios alrededor y sobre todo, el cuchareo, algún guisito de esos que desde primera hora van haciendo chup chup y que cuando llega la noche se olisquea desde el metro de Amistat. Me gustan las combis del cocinero, a veces incluso demasiado complejas e innecesarias y que parecen motivo de justificar el precio antes que para dar protagonismo al producto principal. Platos como el cordero que se deshacen en la boca y te transportan al Magreb, o el curry rojo de calamar que te llevan directo al sudeste asiático son emblemas ya de la casa, al igual que las clóchinas en escabeche.
Pero como he dicho, quiero y necesito más, ya no sólo por mí sino también por ellos. También creo que apostar por algo más en cuanto al bebercio es importante, quizás no en cuanto a cantidad, sino en darle una vuelta de tuerca a los vinos y aunque haya apenas diez, que esos diez tengan rotación, con curiosidades, pequeños productores… Eso sí, la tarta de chocolate, se queda grabada a fuego en carta.
Continúa mi idilio con este local escondido en una calle del barrio de Ayora, donde todo es tan pequeño y a la vez tan grande, que enamora. Gira, il mondo gira, nello spazio senza fine, con gli amori appena nati… Gira Giramon.
Lo mejor: Ellos, y su consolidación sin ayudas
Lo mejorable: Mayor rotación de platos y vinos
Lo peor: No arriesgarse a los fuera de carta del día a día
Restaurante Giramon
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