Calle de los Centelles, 27
Valencia
Tel. 960 105 230
www.lebardevins.com
My name is Luca…
Según la constitución de la Organización Mundial de la Salud suscrita en Nueva York, el 22 de Julio de 1946, el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social, siendo obligatorio que todo barrio de España disponga de un bar de calidad en el que poder acabar el día.
La ciudad de Valencia se divide en 19 distritos, que a su vez se subdividen en 87 barrios y pedanías. Pues bien, parece ser que la OMS no cumple con el ejemplo en la mayoría de ellos, infestados por döners de dudosa calidad o simplemente bares en los que pedirte un café es rezar por no irse de vareta. Pero por suerte, poco a poco vamos sumando en calidad… ¡viva el vino!
Siempre he visto a Luca como un visionario, como un Monchi de la restauración. Un tío que analiza lo que falta en Valencia, lo que busca la gente y ¡zas! Tus deseos son órdenes para él. Para quien no lo conozca, Luca Bernasconi es un viejo conocido del gremio, ¿pionero? en muchos tipos de locales en la ciudad. Empezó con aquel mítico Santa Companya, continuó con Mesclat, una muy buena hamburguesería en la que podías crear tu propia burger entre infinidad de ingredientes. Que pena que el servicio de aquel lugar se fuera maleando con cada visita… algo parecido a lo que le ha pasado a El Rodamón de Ruzafa. Luego vino Entreblat, Lebulc… y muchos otros negocios con mejor o peor recorrido, pero siempre correctos y sobre todo, necesarios. Lo nuevo de Luca, en este caso junto a Paco Senís (no lo conocía y me parece un tío muy agradable) es, una vez más, algo tan imprescindible como escaso en ciertas zonas de Valencia, un bar donde beber muy bien con una cocina que acompañe.
Le Bar de Vins tiene algo de Travieso y mucho de Vinorte, algo de Albarizas y mucho de Ultramarinos Huerta o Anyora. En definitiva, muy mal lo tienes que hacer para que un negocio así no triunfe desde el primer día. Además, no es que sólo se beba bien, es que encima has metido a Jordi Riera en cocina y eso siempre es un plus. Viene del nuevo Vermudez, aunque sinceramente, prefiero recordarlo por su paso en El Bressol, porque aunque aquí no disponga del producto de mar que allí se maneja, sí puedo afirmar que sus sofritos me siguen dejando los huevos colgaderos.
La carta es bastante escueta y por eso sorprende que ciertos platos no hayan estado disponibles desde el minuto uno, aunque es de agradecer que siempre dispongan de bastantes fueras de carta, a veces tantos que se agradecería un papelito o algo en mesa que te permitiera recordar la retahíla de nombres. Como buen bar, no pueden faltar las chacinas o algo de frío con lo que acompañar la parte líquida, bien es cierto que aquí es más el producto que el propio cocinero, así que aunque siempre es bueno empezar con un poquito de ajoarriero, es en la parte de calientes donde más disfruto.
El pisto con huevo es un MUST y un ejemplo claro de ese “chup chup” que ya he comentado arriba, al igual que en esos fabulosos calamarcitos con sofrito de habas. Tan finos como sabrosos. Como platos principales nunca falta un corte de carne o algo de pescado del día, aunque si lo que queremos es seguir compartiendo, prueba sí o sí el jugoso y potente tataki de picanha o las colmenillas con crema de nueces. Quizás muchos platos pequen de un emplatado algo sencillo o incluso otros no estén a la altura de lo esperado, como el ravioli o el rebozado de los buñuelos, secos a más no poder, pero tiempo al tiempo, no nos olvidemos que llevan apenas tres meses y que esto no es un restaurante al uso, pero ¡ojo! Que este bar ha venido para quedarse y a sorprender a más de uno. Yo tengo claro que lo visto hasta ahora es sólo una pequeña aproximación de lo que puede llegar a ser este local, lo seguiré muy de cerca, tanto por lo que pasa en sala como por lo que pasa en cocina, pero no tengo duda que en breves, será aún mejor.
Como no podía ser de otra manera, los vinos son parte protagonista e indispensable de este lugar y aunque pueda parecer que nos metemos en un sitio donde la bodega nos va a pedir un aval, ni mucho menos. Precios muy correctos y bastantes opciones donde elegir. Eso sí, conociendo a Luca y los “pepinos” que suele tener por ahí escondidos sorprende que aquí apenas se vislumbren en la carta y sobre todo, que las opciones por copa sean casi inexistentes para un sitio como este. Una pena, pues no siempre vas con gente que beba en exceso o simplemente no valoren un Barolo de Giovanni Rosso. Así que Luca, si lees esto, no sólo te invito a que tu tercera cámara también aparezca en carta sino que el surtido de vinos por copa sea digno de Le Bar de Vins.
Ahh, no quiero irme sin mencionar al camarero Millian, un parisino que está aquí para hacerte la experiencia mejor si cabe.
PD: Hola Solete 2024 🌞
Lo mejor: El bar que todo barrio necesita (Lo dice la OMS)
Lo mejorable: Más (y mejores) vinos por copa
Lo peor: El salón interior es el vacío absoluto
Le Bar de Vins
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