Camí de Son March, Camí de Son Vell, s/n
Ciutadella, Menorca
Tel. 971 939 424
www.vestigecollection.com
«Vermell» oscuro casi negro
¿Estamos ante la apertura del año en Menorca? Posiblemente. Lo que sí está claro es que lo nuevo de la cadena hotelera Vestige Collection es simplemente espectacular. Se llama Son Vell y alberga dos propuestas gastronómicas bajo la dirección de Joan Bagur. Visitemos la versión más gastronómica.
Venir a cenar aquí implica acercarte sí o sí un par de horas antes, no sólo para disfrutar de un paseo por las instalaciones del lugar sino de empezar tomándote un par de copichuelas en alguno de los muchos jardines que rodean la finca. Es el paraíso, y totalmente imprescindible. Una vez hayas terminado los últimos sorbos y de asimilar donde estás es hora de pasar a cenar. Es verano, y parece ser que la única opción sea la terraza, para lo bueno y para lo malo.
En cuanto me siento, un sudor frío recorre mi frente. Esa sensación de que sin haber pasado nada, ves que algo no funciona, no se si me explico… pero me pasa muy a menudo, hay algo que no me cuadra, y eso que todo pinta idílico. Desde el primer momento y pese a la cantidad de servicio veo que aquello no va a salir como debería o como esperas en un sitio como este. Mucho pinganillo, mucho ofrecimiento de masajes en algunas mesas de clientes hospedados en la masía o incluso peticiones vía “micro” de llevar “nosequé” a la habitación “nosecuantos”. Que no pasa nada, pero debería notarse menos y más estando en el restaurante GASTRONÓMICO del hotel.
En ningún momento se me ofreció la posibilidad de probar el menú degustación, de hecho tuve que ser yo quien preguntara por él y fue como que aquella pregunta les sacara un poco de su zona de confort. Tampoco se me sirvió vino en ningún momento y todos los platos fueron presentados en la mesa, tal que así:
“El salmonete”
“El cochinillo”
“Los quesos”
“El primero de los postres”
Cero explicaciones sobre el protagonista del plato, mucho menos por sus salsas, acompañamientos y/o elaboraciones. ¿Really men? ¡Que no he pedido un solomillo con patatas!
Me resulta curioso que en un restaurante con semejante respaldo, ubicación, y aspiraciones pueda llegar a echar en falta esos detalles tan básicos de sala. Pero, ¿qué pasa con las mesas? ¿Por qué estoy comiendo en una mesa tan pequeña? Entre el vino, el pan con su aceite/mantequilla y alguna tontería más como que te quedas sin apenas hueco. Y lo más importante. ¿Por qué estoy cenando sin luz? Sin luz me refiero a cenar totalmente a oscuras (adjunto alguna foto de ejemplo), en plan hombre de las cavernas. No te exagero si te digo que en Le Clandestin había más iluminación a las dos de la mañana.
El tema luz va a hacer mella en la experiencia global y es que por mejor o peor que pueda estar la comida, todo trabajo de cocina queda totalmente ensombrecido, y es una pena, pues creo que apostar por Joan y su concepto más gastronómico merece más respeto y debería ser motivo suficiente para que Vermell se convierta en restaurante de obligada visita, aunque estés alojado a la otra punta de la isla.
En el menú como tal hay un poco de todo. Platos buenos, otros no tanto y otros a los que dándoles una vuelta de tuerca pueden convertirse en muy buenos. Empezamos con una serie de snacks que piden mucho más sabor, sobre todo, el brioche de sobrasada o la rillette que deberían ser TKO en tu paladar.
– Perdona, ¿seguimos algún orden?
– No, el que quieras
– Ok…
Lo mismo pasa con el Oliaigua. Posiblemente el plato más tradicional de la isla, y seguramente el más auténtico para los puristas, pero yo personalmente necesito llevármelo a la boca y que al menos el tomate sea una explosión de sabor. Además, ¿el agua de tomate?, al menos ahora debería estar algo más frío. Por suerte y justo antes de que el “negror” se apoderara de mi mesa pude disfrutar de un elegante tartar de carabineros que ya conocía de su anterior etapa en Rels y unos espectaculares carabassonets rellenos de gamba blanca que te dan ganas de más.
Continuamos con un tartar de atún y un salmonete asado en salsa antigua de pescadores que debería ser saborazo absoluto y que sin embargo se queda a mitad camino en muchas cosas. Creo recordar que es el pescado fetiche de Joan y por tanto debería ser un plato perfecto de principio a fin, empezando por el emplatado y punto del mismo, hasta por esa salsa antigua de pescadores que en pocos sitios ves y que podría ser emblema del chef y del restaurante.
Terminamos la parte salada con otro viejo conocido al que pocos peros se le pueden poner. Un fabuloso cochinillo que me recuerda mucho al de Arrels y que sirve de antesala para una parte dulce mucho más interesante de lo que a priori puede parecer.
Vermell tiene todas las de triunfar, de eso no tengo ninguna duda. Pero no se si por la falta de rodaje, las circunstancias… el contenido general a día de hoy dista mucho del continente. Y es una pena porque aunque pueda parecer paradójico, me gusta que en un sitio tan lujoso como este pueda haber escondida una cocina menorquina tan verdadera y tradicional. Lástima que un servicio más flojo que la intensidad de la luz de las mesas desluzca totalmente el trabajo de Joan, Paula y Miquel. Agradezco que el propio Miquel saliera a dar la cara.
Y como no, agradecer también a Enrique Amoedo, (director del hotel) con el que pude hablar tranquilamente sobre la experiencia vivida aquella noche. A nadie le gusta recibir feedbacks de esta guisa pero sólo por su elegancia y saber estar yo ya estoy deseando volver, pues estoy seguro que de aquí sólo puede salir algo grande. Tienen todo lo necesario para conseguirlo.
Lo mejor: Y pese a todo, estoy deseando volver
Lo mejorable: El servicio no está a la altura
Lo peor: Cenar a oscuras es otra forma de morir
Restaurant Vermell
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