Urb. Atalaya de Canyamel, Vial A2
Canyamel, Mallorca
Tel. 871 811 350
www.vororestaurant.com
Ven, devórame otra vez
Si existe un sitio como Voro, ¿por qué no está en boca de todos? El restaurante del joven Álvaro Salazar es casi la perfección absoluta y es que en pocos sitios, sala y cocina van tan de la mano, y con un nivel tan brutal en todos los aspectos como pasa aquí.
Voro es la elegancia de Azurmendi y Mirazur
Voro es la innovación de Disfrutar
Voro es la técnica de Etxebarri
Voro es la sala de El Celler de Can Roca
Voro es el único biestrellado de Mallorca y sin ninguna duda el mejor restaurante de la isla.
El servicio, elegante a más no poder, lo tiene todo estudiado al milímetro, preciso pero sin llegar a agobiar. Pendiente de cada detalle, sabiendo cuándo los necesitas y bailando por la sala al son de una cocina impecable en todos los aspectos. Vajilla, cristalería, tempos, estética, raíces, vanguardia, sabor… todo. Alta cocina de las islas sin olvidar sus orígenes andaluces.
Veintidós pases y sólo un par no rozan la excelencia. Y hablo de excelencia cuando un plato no es sólo sabroso sino que tiene una técnica y ejecución perfectas. Aún no he empezado y estoy nervioso. Llamo a Gwendal Poullennec. Me cuelga. Al instante me envía una foto de una botella Louis Roederer, sinónimo de “Ne Pas Déranger”. ¡Maldito! Pese a todo, trago saliva y le escribo… Oye, Gwen, que estoy aquí en Voro, aún no he empezado a comer pero creo que en la placa roja de la entrada falta una estrella… y en la guía veo que también aparecen sólo dos… ¿se trata de una fe de erratas o algo similar? Me contesta con un simple 🥂
EL ALBOR
La secuencia inicial del menú es simplemente espectacular. El concepto snacks al más puro estilo de elBulli; una triple trilogía de bocados como hacía tiempo que no disfrutaba tanto. Verdura, pescado, carne.
HerbíVORO: Brásicas, liliáceas, umbelíferas. Coliflores, coles, mostazas, cebolletas, puerros, ajo negro, romesco, chirivía, zanahorias, hinojo… así se hace vegano hasta Francis Mallmann.
PiscíVORO: Gunkan, coral marino, puttanesca. Atún, caballa, tomate, alcaparras, queso de Mahón… la mezcla perfecta entre sutileza y potencia.
CarníVORO: Pato, porc negre y escabeche de perdiz. ¿En serio nen? No tengo más palabras para describir lo que está pasando. Acabo de comerme 9 bocados de seguido y cada cual era mejor que el anterior. Hay mayor coherencia en estos snacks que en muchos menús degustación completos. Que puta barbaridad de inicio. Me toca viajar al año 2018, en Girona, en uno de los años más bestias de el Celler de Can Roca para un comienzo similar, y fue aquel pase irrepetible llamado “El Mundo”.
EL ZÉNIT
Comienza el menú en sí. Y lo hace con un plato visualmente precioso, complejo, que sin embargo me parece el más flojo. Una mousse de ajoblanco con caviar que me deja a mitad camino entre el amargor de la almendra y la salinidad del caviar. Demasiado plano para mi gusto. Pero es que claro, después de lo qué acabo de presenciar, ¿cómo vamos a superar eso? Pues tranquilo, con un pica pica de sepia y una sepia bruta. Show must go on.
Continuamos con uno de esos platos que se convierten en leyenda, de esos que entran al ruedo y ya durante la terminación en mesa, todos los comensales empiezan a mirarse perplejos, ríen y buscan de reojo la reacción de la presidencia en busca del indulto. Efectivamente, no hay duda, en la grada, el presidente, atónito, se levanta mostrando el tan insólito pañuelo naranja. La plaza de toros es un clamor. Estamos ante el más BELLO y PURO Mar Mediterráneo bañado en Palo Cortado. Y aun no has podido recomponerte de semejante bestialidad cuando ¡BOOM! Bogavante glaseado en ibérico, su gazpachuelo y rábano acompañado de unos huevos rotos de pinzas del mismo crustáceo. Buff. Alvaro quiere la cuchara dorada, sabe que son palabras mayores y que sólo unos pocos elegidos…
San Pedro y sus colágenos, con demi-glace y guisante lágrima. Morir. Cordero lechal glaseado con espinacas y vainilla. Resucitar. Pieza de ternera a la brasa, remolachas y hojas aromáticas. Me piro, no puedo más. Suspiro, lloro, sollozo, gimoteo… y todo esto, de felicidad.
EL OCASO
La fiesta se acerca a su fin, y no podía ser de mejor manera que con una pomada típica de seis cítricos. Un limpiabocas tan refrescante como necesario. Y tras un pase moderno y puramente autóctono, de cabeza al recetario clásico. Las gachas de mi infancia.
El ocaso… el sol atraviesa la línea del horizonte y la luna llena asoma sobre la isla de Mallorca. Hasta los dioses se han puesto de acuerdo en que la experiencia sea mágica.
Por cierto, ante tanta barbarie, se me ha olvidado hablar sobre el maridaje de panes, amasados, fermentados y horneados diariamente para degustarlos de manera conjunta con el plato al que acompaña. Cristal – Bogavante. Telera – San Pedro. Ensaimada – Cordero. Focaccia – Ternera. Ardo en deseos de hacer un “simpa”, oponer cero resistencia ante la seguridad y que me retengan en las despensas de Voro el tiempo que haga falta. Yo friego.
Destacar el trabajo de sumillería, no sólo por el buen hacer con lo pedido sino por ese Marqués de Riscal de 1987, abierto con la técnica del degüelle y el gran descubrimiento de ese Francisco Barona. Sabores clásicos para un paladar tan clasicorro.
¿Cual es el único inconveniente que puede tener Voro? Que el nivel es tan alto que quizás no todos los años pueda ser superado y por tanto puedas ser sorprendido. Y sin embargo, ya estoy deseando volver. Por todo lo demás, una cena memorable.
“Buscaba la gran belleza….”
Y diría que la he encontrado.
Lo mejor: La experiencia global es perfecta
Lo mejorable: El precio de algunos vinos es abusivo
Lo peor: Depender de Ryanair
Voro Restaurant
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