Kibo (Valencia)

Calle Antonio Suárez, 15 Derecha
Valencia
Tel. 603 035 696
www.kiborestaurantvalencia.com

La «esperanza» de aspirar a más

Si me tapan los ojos y empiezo a comer creo estar en uno de los mejores japoneses de Valencia y eso me gusta, pero es quitarme la venda, echar un vistazo a mi alrededor y sin ser malo ni mucho menos, creo perder en demasía toda esa experiencia nipona y de calidad que aquí se trabaja, al menos en cocina.

No sabía de Kibō hasta que hace unos meses y gracias a la agencia más @BRAVA de Valencia, vine a contemplar la primera luna llena de Otoño, el Tsukimi. Aquella noche ya disfruté de un buen menú maridado con diferentes tipos de sake, pero quería comprobar de primera mano si lo de aquel día fue algo fortuito y preparado para la ocasión o si la propuesta iba en serio. Y sí, va muy en serio, lástima que haya detalles que no lo sitúen a la altura de Nozomi, Hōchō o similares.

Kibō está en plena zona de Aragón, pero no en el lado de Mestalla sino más hacia los cines Babel, en esas calles donde es tal la cantidad de “lounges” bar de cachimbas, que hasta el simple hecho de caminar por la acera te hace oler a sandía, maracuyá o Fresisuis. Por suerte, entrar al restaurante de Álvaro y Yayi es aislarte un poco de ese otro tipo de oferta que te rodea. El local en sí es agradable, bien es cierto que el pedazo cristalera y sobre todo la terraza exterior no te da esa sensación de intimidad que le puedo llegar a pedir a un restaurante japonés de calidad, algo que también ocurre en Momiji.

La carta de Kibō es super atractiva, con un pequeño guiño al Mediterráneo pero sin olvidarnos realmente donde estamos. Es una pena que esa misma carta sea tan incómoda de leer y accedas a ella a través de un minúsculo y triste QR que reposa sobre las mesas. Empezar con unas espectaculares gyozas de carne o verduras es casi una obligación, y es que aunque no son las del cutrísimo (pero auténtico) M2M Noodles, son también caseras y se agradece el ligero planchado que llevan. También es buena opción darle una chance al bao de pato. Sí, ya se que todos los sitios tienen el típico bao congelado en la carta, pero lo de aquí es otra cosa y merece la pena.

El resto de entrantes calientes están también bastante bien, aunque quizás la tempura, ya sea la de verduras y sobre todo la de gambones sean lo más flojillo. Pero para eso tenemos el apartado de fríos que nos sirve no sólo para ir adentrándonos más en este tipo de cocina sino para valorar aún más si cabe el trabajo de Yayi, su hermano y su equipo. Insisto, no me quitéis la venda de los ojos… Un montadito de O-toro, un elegante usuzukuri y como no, el tartar de atún, prueba de fuego de cualquier restaurante japonés. Está bueno, es sabroso y lo más importante, no está rodeado de gilipolleces, mucho menos de aguacate. Buen detalle.

Dentro del mundo sushi, yo soy muy de nigiris y siempre he dicho que los mejores de la ciudad son los de Nozomi, al menos los que más disfruto. Pero ojito con estos que no están nada mal y han venido para quedarse. El propio arroz es más que correcto, pero es que el topping en sí es notable en más de un caso destacando el de ventresca, el carabinero y el hamachi con pasta de sucedáneo de trufa trufa fresca. Por eso mismo… ¿en serio estos nigiris merecen estos palillos? ¿¿¿¿En serio????

Hubo un detalle que hay que contar y aplaudir y es que resulta que para terminar el festival pedí un sashimi de ventresca Balfegó, un corte que como muchos sabréis es el fin de fiesta ideal. Pues al probarlo estaba jodidamente frío, casi congelado y así se lo hice saber a Álvaro, quien muy amablemente fue a comprobar que había pasado, y efectivamente, al parecer hubo una mala comunicación entre Yayi y la sala y el plato salió directamente del timbre frigorífico sin tiempo a que se atemperase. Sobra decir, que no sólo se sustituyó sino que vinieron otros cortes del atún para degustar por parte de la casa. Todos ellos excelentes.

Pero como no todo va a ser pescado, y habiendo wagyu (del de verdad) en carta, pues habrá que probarlo. Es un corte que no necesita de nada para degustarlo y de hecho pienso que cuantas menos tonterías le pongas, mucho mejor. Es por ello que aunque venga acompañado con mis apreciadas alcachofas, las serviría en otro plato y dejaría la carne emplatado “a pelo” cual Macaulay Culkin, y es que a solas, (casi) siempre mejor. Hablando de “a solas”, y yo que soy muy de comer en soledad… ¿por qué esa barra frente a cocina no invita a hacer la reserva frente a los cocineros? Yo le daría una vuelta pues para mí sería un plus obligatorio.

Veo tanta calidad en la cocina de Kibō que me molestan ciertos detalles tontos (aunque para mí no sea tan tontos), que empañan un poco la experiencia global. Ya hablé de la incomodidad de la carta, de los palillos… los vasos de Stella Artois con una cerveza japonesa (o cualquier otra) y una carta de vinos bastante simplona. Poca burbuja, cero blanco internacional, nada de Borgoña… Ya se que son cosas que muchos pasarán por alto en un sitio como este, pero joder, yo creo que Kibō tiene posibilidades de aspirar a más, incluso de jugar en la Meiji Yasuda J1 League, aunque quedes tercero o cuarto, y no conformarse con ser el mejor de la J2 League.

Cabe resaltar el trabajo de Álvaro en sala, echando una mano al resto del equipo algo verde e intentando dar protagonismo al sake, un mundo tan complejo como difícil de entender para nuestros paladares occidentales.

Lo mejor: La cocina de Yayi y la actitud de Álvaro
Lo mejorable: Sólo veo Japón en lo que sale de cocina
Lo peor: Los “pequeños” detalles a mejorar

Kibo Restaurant
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